jueves, 9 de octubre de 2008

Benity Fair III



Decía Gómez Bermúdez en la entrevista en Vanity Fair que Juan Del Olmo y Olga Sánchez son buenísimas personas. Añadía que lamentaba el no haber salido en su momento a defender a Del Olmo de una supuesta campaña de insultos y descalificaciones. Y reivindica el trabajo del juez Garzón, del que dice que todavía no se le han reconocido sus méritos en España. Ya adelanté en anteriores entregas (véase parte I & II) que había motivos objetivos para dudar de la sinceridad de sus palabras. Es el momento de analizar alguno de ellos.

En relación con Baltasar Garzón hay que recordar que se tuvo que disputar con él la plaza de Presidente de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional. Me alegro de que no le guarde rencor desde entonces, pero en la cadena de recursos contra su nombramiento participó activamente don Baltasar interponiendo los suyos en momentos delicados de la carrera de Gómez Bermúdez. ¿Volverán a encontrarse compitiendo por la vacante en la Presidencia de la Audiencia Nacional?

Pero no solo chocaron en su disputa por ese puesto en la Sala de lo Penal, sino que tuvieron otro roce en el llamado caso del bórico. En el libro de su mujer Elisa Beni, La soledad del juzgador, se describe cómo el juez Garzón se apropió de la denuncia por falsificación contra mandos de la Policía Científica. Apropiación que contó con la complicidad de la fiscalía de la Audiencia Nacional y que pretendía ignorar el auto dictado por el propio Gómez Bermúdez que rechazaba la competencia de la Audiencia Nacional. Mediante esta maniobra Garzón obtuvo unos días de margen para darle la vuelta al caso e imputar a los denunciantes, lo que fue aprovechado por los medios de Prisa para emprender una campaña que contrarrestase la denuncia inicial. Una vez cumplido este objetivo Garzón se inhibió del caso.

En el caso de la excarcelación por error de Saed El Harrak se cuenta en el libro el comportamiento poco edificante y bastante traicionero que tuvo don Juan hacia Gómez Bermúdez. El presidente en el informe para determinar las responsabilidades llegaba a la conclusión de que había sido un error de Del Olmo el que había permitido su puesta en libertad. Y así se lo comunicó personalmente. Pero éste, en contra de lo prometido, presentó otro informe rechazando la responsabilidad e intentando escurrir el bulto. También hay en el libro alusiones a la deficiente instrucción del sumario y al retraso en dictar auto de procesamiento, agotando al máximo los plazos en contra de las advertencias de las máximas instancias de la Audiencia Nacional.

Realmente con esta defensa de Del Olmo, Olga Sánchez o Garzón, lo que pretende es desviar sus propias responsabilidades en la redacción de la sentencia del 11-M. Queda claro en la entrevista cuando afirma que ha sido avalada por el Supremo y que ha sido valorada por la doctrina y acogida muy bien en el resto del mundo. Creo que está fuera de toda duda, aunque el ministro Bermejo opine lo contrario, que el Supremo ha dado un varapalo al tribunal del 11-M anulando varias de las condenas precisamente por no ajustarse a la doctrina sobre pertenencia a grupos terroristas. Y entre el Supremo y la propia Audiencia Nacional dejan la instrucción de Del Olmo y las tesis de Olga Sánchez reducidas a escombros.

Afirmaciones como esa restan credibilidad a toda la entrevista. Hay que reconocer los méritos de Bermúdez, que ha sido capaz de organizar algo tan complejo como era el juicio del 11-M y con unos plazos de tiempo muy ajustados, como gestor. Pero no se puede decir lo mismo sobre el fondo del asunto, que era impartir justicia y determinar la verdad, judicial o material, de lo acontecido el 11 de marzo de 2004. Y es que la Justicia no es sólo eficiencia administrativa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario